viernes, 7 de noviembre de 2008

manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra

El paso de los días y sobretodo de las situaciones o experiencias, llamenlo como quieran, me enseña a disfrutar de las pequeñas cosas que se hacen grandes y a la vez hacen absolutamente insignificantes a las más grandes. Quisiera contar que hoy he amanecido mirando al mar, tan infinito y azul, tan inmensamente relajador, con sus gaviotas en la orilla, sus mayores paseando y un sol de noviembre que arropaba a las primeras dudas, esas que nacen de tus sueños y que no se eliminan hasta el primer sorbo de café. También, por qué no, podría decir que el bairro alto de Lisboa se convierte en el salón de mi casa y me acoge y me embriaga con la clase que le caracteriza, y aun así me alegra ver los malos modales del conductor del tranvía amarillo, y los altos precios de las exquisitas tiendas de vinilos. Al fin y al cabo, al llegar la noche y cuando uno tiene que ir a dormir sin sueño, le llegan las sensaciones de lo vivido, lo perdido y lo ganado, y haciendo un vulgar recuento de las cosas que sobrevuelan y de las cuales elijo las mejores, me atrevo a decir que hoy, y sin lugar a dudas, ha sido un gran día.

3 comentarios:

Luna dijo...

Enhorabuena... No todo el mundo es capaz de disfrutar de los normales grandes días =)

Carlos J. dijo...

Me gusta tu manera de contar las cosas, pero sobre todo me das un monton de envidia por tener tan cerca Lisboa y pasar por alli de vez en cuando.
Un saludo.

Anónimo dijo...

tener cosas buenas entre las que poder elegir a la hora de acostarse es como... para sentirse afortunado

tus grandes días probablemente engradecen los días de los que están a tu alrededor, no lo olvides