domingo, 30 de agosto de 2009
¡Qué suplicio estival me inunda! ¡Qué inmundicia más grande esta de sudar y derretirse al compás de los segundos! Mi infinita imaginación no hace sombra a las calamidades que esta real realidad me hace pasar. Las chicas del bikini disfrutan con ignorancia en grandes playas de arena fina y besan a sus apuestos novios despidiéndose de ellos debido al otoñal ingreso en los gimnasios. ¿Y por qué razón permanezco en esta habitación tan informatizada, ajeno a la vida, dejado de cuidados femeninos y entablando conversaciones con mi otro yo? ¿Debería apuntarme a uno de esos gimnasios para que en un próximo verano pueda yo disfrutar de miradas furtivas y arrumacos playeros? No creo que proyecte una mala imagen al prójimo, seguramente sea un joven que se hace pasar por culto pero con ciertos toques de reprimida bohemia, y aun así la inactividad que te otorga eso de tener conciencia o algún principio que se me coló en la lista sin estar yo muy de acuerdo, me impiden establecer contactos próximos con seres semejantes, susurrar bellas palabras al oído o tener insignificantes amores de verano dignos de algún relato hemingwayano. ¿Cómo puedo caer tan al fondo de una literaria y aburrida rutina? ¿Estoy perdiendo, como a la chica que se le voló el sombrero aquella tarde en la que el viento apretaba sin mesura, la cordura?
miércoles, 26 de agosto de 2009
Llevaba el sol debajo del brazo, bueno, no vamos a empezar mintiendo, llevaba una novela de Nick Hornby, pero ardía igual que el astro rey, quemaba mi piel con las agresividad de un niño malcriado. Mi querido sobrino subía la cuesta de San Lorenzo en su bicicleta nueva, todo un reto, un alarde de facultades físicas y la demostración de que últimamente se lo ha comido todo para ser tan grande y fuerte como su tío. En mi cabeza sonada Don't cry baby de Cal Veale, un curioso personaje de mediados de los cincuenta, nunca reconocido, siempre atormentado por los riffs de otros mejores que él. Yo andaba buscando la reconfortante sombra, la fresca brisa de la mañana, la belleza robada de las antiguas casas del centro y por qué no, una joven digna de mirar. No fui recompensado con tal placer pero el paseo desde mi viejo coche del 96 hasta la biblioteca pública convirtió a esa mañana en una de las más recordadas de la semana. Debería contar lo que me ha traído hasta aquí, el hecho que instintivamente me ha empujado a escribir, a liberar de mi alma tal peso y dejar de atormentar mis cálidas conversaciones en voz alta. Pero por el contrario, empezaré a leer la novela, que es lo que mejor se hacer. Dejaré que vuestra imaginación, eso que las nuevas generaciones usan sólo para masturbarse sin ayuda, os lleve al hecho en sí, y que vosotros también tengáis esa necesidad de escribir, que de vuestros dedos salgan punzantes palabras, mediocres, da igual, pero palabras.
viernes, 21 de agosto de 2009

No puedo aguantar mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine, apenas puedo leer un periódico, rara vez un libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de gente oyendo música fastidiosa y pesada; en los bares y varietés de las elegantes ciudades lujosas, en las exposiciones universales, en las carreras, en las conferencias para los necesitados de la ilustración, en los grandes lugares de deporte; no puedo entender ni compartir todos esos placeres, que a mi me serían desde luego asequibles y por los que tantos millares de personas se afanan y se agitan. Y lo que, por el contrario, me sucede a mi en las raras horas de placer, lo que para mi es delicia, suceso, elevación y éxtasis, eso no lo conoce, ni lo ama, ni lo busca el mundo más si acaso en las novelas; en la vida, lo considera una locura.


El lobo estepario, Hermann Hesse.
lunes, 17 de agosto de 2009
Yo una vez conocí a un hombre sin nombre. Era un sábado de agosto y la medianoche se marchaba en taxi, las niñas bailaban algo parecido al rock'n roll y lucían piernas bronceadas, limpias, infinitas. Las botellas de vino rodaban colina abajo mientras traviesas estrellas hacían apuestas a espaldas de la luna. Las luces nos daban una tregua en una apartada piedra en el camino, sus brazos eran huellas del sufrimiento, la sangre seca se mezclaba con cicatrices en el corazón. Su teléfono no funcionaba -y juntos nos lamentamos de la muerte paulatina de las antiguas cabinas, esas que nunca fallaban-, la necesidad imperiosa de la cocaína se pudo ver en sus ojos, en su piel desgastada, llamando a gritos a ese hombre de la pandereta que nunca llegaba. Vio en mi la juventud, la pulcra mirada inocente que te roba el tiempo, me aconsejó hasta perder la voz y esas palabras ahondaron en mi conciencia como pasos errantes y errores enlazados del pasado. Me ofreció sin desdén todo lo poco que tenía, me dio la mano con firmeza, como la da mi padre, con el respeto que se aprendía en las calles oscuras de tiempos oscuros, y lejanos. Me despedí con honores y seguí mi camino, pero ya no sabía muy bien a dónde ir, vislumbraba falsas tonalidades en el gran teatro que me rodeaba, las miradas falsas y desmedidas de los hombres se clavaban en mi como puñales, mi sangre formaba un gran río donde todos se bañaban mientras me atacaba la cara oculta de la luna. Asustado corrí hasta el infinito de las noches perdidas y, sudando el veneno que me escupían desde los balcones, vi a las estrellas matándose unas a otras...

15.08.09
martes, 11 de agosto de 2009
Era el típico joven europeo que se alimentaba de largos silencios, solía gritar escondido en la oscuridad y en lugares solitarios arañaba las páginas de viejos libros de los años cincuenta buscando respuestas a sus desesperanzados pensamientos de madrugada. Cuando miraba por la ventana nunca veía esa suprema realidad, siempre alcanzaba paisajes más lejanos, viejos canales con pequeñas casas de madera en sus orillas o antiguos palacios habitados por historiadores del amor. Una de esas noches, entraba un viento muy frío por la ventana que hacía ondear las cortinas como viejas bailarinas rusas; decidió ir al baño y hacer el mal mientras gritaba poemas de Rimbaud.
domingo, 9 de agosto de 2009

Las paredes,
de un blanco amarillo,
aguardan a la gran
historia
de amor
histriónico
que alberga
mi angustiado corazón.

miércoles, 5 de agosto de 2009
La apertura emocional a personas extrañamente lejanas conlleva situaciones desagradables en ese contexto de la lejanía ya sea física, mental o aeroespacial. Si a esto le añades una insistencia a tal iniciación como cuando llegamos a aquél bar ya cerrado y golpeamos la puerta hasta que volvieron a abrirlo solo para echarnos del recinto entonces podemos dar con el resultado de unas cuantas nubes negras que restan la emoción vespertina del cielo azul. Para cuando la situación se solvente las extracciones para-físicas que saldrán de ahí son una incógnita, lo que si me atormenta es una frase que leí ayer -la experiencia es algo que consigues justo después de necesitarla-. Y debemos tomar partido en las actividades que fomentan nuestra mente y que son malignas para el entorno y la situación en la que podemos encontrarnos en el mismo momento, quiero decir AHORA. Nada que ver con romanticismos falsos ni ramos de rosas, hablo de conexiones intravenosas y pensamientos comunes, en miradas perdidas que hacen de lo perdido algo digno de mirar, ya me entiendes, salta a la vista la eterna gracia con la que no estoy casado y el viril deseo de superación del que carezco, aun así no creo que se haya dado cuenta nadie aún en este entorno rojizo y vacío de que ese deseo es el sentimiento más ruin y vil del hombre humano de a pie. En general considero crucial el conocimiento de casi nada para conseguir el ansiado triunfo de la comodidad, de la felicidad EDULCORADA, de la saciedad de un deseo carnal básico y sociológicamente muy bien aceptado por todos. Disfrutemos de las cosas malas de la vida, de los sabores agrios, de las mañanas frías, del olor a pies y el calor asfixiante, disfrutemos delas decepciones en forma de filete de ternera y de todo aquello que te provoca urticaria, disfrutemos también de la sopa fría y de una buena película americana.
lunes, 20 de julio de 2009

La luz del pasillo donde están los libros de Bukowski

PARPADEA.



El amor ha pasado por mi lado esta noche OJOS VERDES.


MANIFESTACIÓN EN PRO DE LA ABOLICIÓN INMEDIATA DE LAS DESPEDIDAS.
( en terraza con vista a una playa de la costa portuguesa. )

ARENA, playa.
SEXO, calcetines.
AMOR.



Palabras encontradas en un moleskine en el fondo del cajón de mi mesilladenoche*



*Lugar donde las personas humanas acuden antes de dormir para guardar todo lo malo que les ha pasado durante el día.