martes, 29 de enero de 2008

Bajé las escaleras negras




Pasaban las horas en la biblioteca pública, por la ventana rota se colaba el sonido de la ciudad, acumulaba tres libros en mis rodillas y las letras pesaban casi como un cubo de arena.
Subían y bajaban los estudiantes, los funcionarios, las amas de casa, los solitarios, los perros, los policías y los camareros.
Aún nadie era capaz de sacarme de la página trescientos/doce, aquél poema me tenía anestesiado, viajado, varado.

Bajé las escaleras negras para canjear mi elección, salí de allí entre miradas de incredulidad y algún que otro estornudo feroz.
La calle a esa hora es una jungla, nadie llega a tiempo, nadie espera ni un segundo, si apuras la mirada en algo, te pierdes.
Al entrar en una tienda de discos, fijé mi atención en un vinilo de Tom Petty, a mi lado un hombre de unos setenta y tantos, con bastón, lo miraba también, con admiración.
Me resulta paradójico que dos personas con más de cincuenta años de diferencia, se vieran reflejados en esas canciones, en esa guitarra, en ese tiempo.

Caminaba despacio para no pisar ningún bache y así poder guardar todas esas palabras en mi memoria, los poemas sólo se pueden leer una vez.

A mi me pareció una mañana genial.

1 comentarios:

ysah dijo...

yo quiero una...